Me acuerdo como si hubiera sido ayer, recuerdo el momento de incredulidad, el “no puede ser”, “repite la prueba”, las caras de sorpresa de mis acompañantes, el shock de decir me voy al hospital después de incontables pruebas en el dedo, y todas con HI en la pantalla, el silencio de mi acompañante, sabedor de esta situación vivida por su hijo unos cuantos años antes.
Recuerdo llegar a puerta de urgencias (de mi hospital, de mi lugar de trabajo), decirle al médico en traje, el cual me conocía, he debutado en diabetes (fue un autodiagnóstico, recuerdo la vía, las pruebas, el análisis e ingreso en la quinta planta.
Lo recuerdo como si acabara de pasar, no tengo recuerdo de sentimiento alguno, solo bloqueo, no sentía rabia, ni enfado, nada, no sentí nada.
Hicieron falta dos días para que empezara a llorar, lloré y lloré por miedo al futuro, yo ya era educadora en diabetes cuando pasó, ya sabía demasiado al debut, mucha información a procesar.
Y aquí estamos, vamos para 12 años, los hará el 17 de noviembre, si debuto 3 días antes, hago pleno en el día mundial de la diabetes.
No he vuelto a llorar por la diabetes, fueron lágrimas suficientes, más de las que se merecía.
La diabetes se lleva, es una carga, te enfada y te pone a prueba, pero creo que eres tú el que la pone en el sitio que tú quieras para ella, tú la sitúas en el puesto de las prioridades que hayas elegido.
Doce años donde he vivido grandes momentos, me quedo con la pedida de mi mano y el nacimiento de mi hijo (que miedo en el momento del diagnóstico, cuanto me tranquilizaron las palabras del asesor médico de la asociación de diabéticos, y que feliz en el momento del parto).
Sabéis lo que peor llevo, no son los pinchazos y ese 400 que alguna vez se escapa, ni el dolor de cabeza posthipoglucemia, lo que no me gusta nada, pero nada es hacerme la retinografía (sí ya sé que es una tontería). Ese flashazo que te hace ver chirivitas durante horas, esa prueba es la que me hace sentir fatal porque sé que tendré que hacérmela el año que viene, y no me gusta nada.
Para aquellos que acaban de llegar solo decirles que hay mucha vida por vivir, que sí, que te cambia la vida, pero te la cambia en aquello que tú quieras que lo haga, serán leves modificaciones que a veces nos causan alguna molestia.
Y para los que llevamos un poco más: cuánta vida por vivir, cuántas cosas por hacer…